Durante la observación fugaz en el estío de eriales y cunetas de caminos de cualquier lugar de la Península Ibérica es probable que nos topemos con una humilde umbelífera de escasas flores blancas y apariencia discreta. Estaremos entonces muy probablemente frente a la zanahoria silvestre. Pocos sabrán que nos encontramos ante nada menos que el origen de una de las más conocidas hortalizas, ya que la zanahoria es la segunda hortaliza que más se consume en el mundo, dejando el primer lugar a las populares patatas.
La zanahoria silvestre, conocida científicamente como Daucus carota, es hierba anual o bienal que alcanza metro y medio de altura e incluso más. Presenta escasas hojas compuestas y muy divididas, localizadas en su base. Su gran amplitud ecológica y variabilidad le han permitido adaptarse a los lugares más insospechados; así, se pueden localizar poblaciones tanto en dunas costeras, soportando altos niveles de salinidad, como en áreas de montaña que pueden alcanzar los 2000 metros de altura; o desde las orillas de los ríos norteños ibéricos hasta en los terrenos más secos y pobres de Castilla
La zanahoria es una de las especies de mayor complejidad de la familia de las umbelíferas, a la cual pertenece. Esta referida variabilidad genética queda patente en la existencia de 11 subespecies tan sólo en la Península Ibérica. El reconocimiento de estas subespecies se convierte en una tarea ardua y compleja apta únicamente para los grandes expertos, que se dificulta todavía más con la frecuente hibridación entre las diferentes poblaciones.
Esta hierba soporta índices muy altos de xericidad, prefiriendo aquellos lugares donde existen grandes aportes de materia orgánica, lo que ha motivado su cercanía a pueblos y caminos. Es, por lo tanto, una planta ruderal. Esta gran adaptación y la eficiente dispersión de sus semillas con cerdas de fácil adherencia (es decir, zoocoria) ha permitido que se encuentre en todos los continentes.
Una observación más detallada de la planta nos descubrirá que su flor presenta algunas particularidades. La primera de ellas y más destacable es la de poseer en el centro de la inflorescencia una oscura flor estéril que, según algunos autores, es una adaptación que contribuye a mejorar su polinización. El motivo sin lugar a dudas deja en mal lugar la inteligencia de los dípteros, hecho del que parece aprovecharse la zanahoria pues son las moscas a las que utiliza para aumentar su éxito en la polinización. Sabe bien la zanahoria silvestre que la simpleza de las moscas hace que prefieren posarse allí donde lo hacen otras moscas lo que ha motivado que, simplemente esta flor simule a uno de estos inocentes insectos. ¡Y allá van todas!
Tras la “moscosa” polinización la umbela se recogerá sobre si misma, hacia su interior; protegiendo de posibles depredares sus tesoros más preciados: las semillas, que asegurarán la perpetuidad de la especie. Los delicados detalles de sus flores solitarias ahora replegadas dejan al descubierto lo que pudiera recordar a los encajes más finos y mejor elaborados.
Sorprendentemente si llegamos a arrancar la planta en la búsqueda de la preciada raíz tuberosa, pudiera ser que nos produzca cierta indignación o decepción. Su raíz posee -a diferencia de lo que pudiéramos imaginar- un reducido tamaño, una gran dureza y un insulso color blanquecino. Sin lugar a dudas, nada que ver con nuestra conocida y actual zanahoria.
Durante la observación fugaz en el estío de eriales y cunetas de caminos de cualquier lugar de la Península Ibérica es probable que nos topemos con una humilde umbelífera de escasas flores blancas y apariencia discreta. Estaremos entonces muy probablemente frente a la zanahoria silvestre. Pocos sabrán que nos encontramos ante nada menos que el origen de una de las más conocidas hortalizas, ya que la zanahoria es la segunda hortaliza que más se consume en el mundo, dejando el primer lugar a las populares patatas.
La zanahoria silvestre, conocida científicamente como Daucus carota, es hierba anual o bienal que alcanza metro y medio de altura e incluso más. Presenta escasas hojas compuestas y muy divididas, localizadas en su base. Su gran amplitud ecológica y variabilidad le han permitido adaptarse a los lugares más insospechados; así, se pueden localizar poblaciones tanto en dunas costeras, soportando altos niveles de salinidad, como en áreas de montaña que pueden alcanzar los 2000 metros de altura; o desde las orillas de los ríos norteños ibéricos hasta en los terrenos más secos y pobres de Castilla.
La zanahoria es una de las especies de mayor complejidad de la familia de las umbelíferas, a la cual pertenece. Esta referida variabilidad genética queda patente en la existencia de 11 subespecies tan sólo en la Península Ibérica. El reconocimiento de estas subespecies se convierte en una tarea ardua y compleja apta únicamente para los grandes expertos, que se dificulta todavía más con la frecuente hibridación entre las diferentes poblaciones.
Esta hierba soporta índices muy altos de xericidad, prefiriendo aquellos lugares donde existen grandes aportes de materia orgánica, lo que ha motivado su cercanía a pueblos y caminos. Es, por lo tanto, una planta ruderal. Esta gran adaptación y la eficiente dispersión de sus semillas con cerdas de fácil adherencia (es decir, zoocoria) ha permitido que se encuentre en todos los continentes.
Una observación más detallada de la planta nos descubrirá que su flor presenta algunas particularidades. La primera de ellas y más destacable es la de poseer en el centro de la inflorescencia una oscura flor estéril que, según algunos autores, es una adaptación que contribuye a mejorar su polinización. El motivo sin lugar a dudas deja en mal lugar la inteligencia de los dípteros, hecho del que parece aprovecharse la zanahoria pues son las moscas a las que utiliza para aumentar su éxito en la polinización. Sabe bien la zanahoria silvestre que la simpleza de las moscas hace que prefieren posarse allí donde lo hacen otras moscas lo que ha motivado que, simplemente esta flor simule a uno de estos inocentes insectos. ¡Y allá van todas!
Tras la “moscosa” polinización la umbela se recogerá sobre si misma, hacia su interior; protegiendo de posibles depredares sus tesoros más preciados: las semillas, que asegurarán la perpetuidad de la especie. Los delicados detalles de sus flores solitarias ahora replegadas dejan al descubierto lo que pudiera recordar a los encajes más finos y mejor elaborados.
Sorprendentemente si llegamos a arrancar la planta en la búsqueda de la preciada raíz tuberosa, pudiera ser que nos produzca cierta indignación o decepción. Su raíz posee -a diferencia de lo que pudiéramos imaginar- un reducido tamaño, una gran dureza y un insulso color blanquecino. Sin lugar a dudas, nada que ver con nuestra conocida y actual zanahoria. ¿Qué ha ocurrido?. No olvidemos que esta planta tuvo que pasar por siglos y siglos de selección artificial, hibridaciones y mutaciones hasta llegar a ser la hortaliza que hoy conocemos.
Su origen no dejar lugar a dudas: Europa, un hecho poco habitual en una verdura. Aunque si nos ajustamos a la verdad el mérito no es tan sólo de nuestro viejo continente, pues en realidad su distribución es holártica, o lo que es lo mismo referido a los continentes boreales (África del Norte, Europa, parte de Asia y Norteamérica hasta llegar al norte de México).
Origen del cultivo, variedades y distribución:
Se cree que la domesticación de esta especie comenzó en la región de Afganistán, donde se cultivaban hace al menos 5000 años variedades de reducido tamaño y colores oscuros, probablemente nada apetitosos para nuestros paladares del siglo XXI.
Fue cultivada y mejorada por griegos y romanos, citándose ya en la obra De Villis en los cultivos de los huertos imperiales del propio Carlomagno. Se conoce que germanos y eslavos también la cultivaron antes incluso de ser conquistados por la poderosa Roma.
Es posible que otras variedades fueran traídas a Europa con la expansión árabe de los siglos VIII y X, porque en el siglo XII, ya desde Andalucía escribía Ibn al Awam sobre dos variedades, la rojiza morada, y una de inferior calidad, amarilla verdusca, más amarga. Estas primeras variedades de zanahorias no tenían más que una raíz delgada y casi leñosa, con un sabor acre y exhalaban un fuerte olor. En definitiva, no tenían nada que ver con las variedades actuales tiernas, carnosas y dulces.
Lo curioso es que el tosco y modesto aspecto de la zanahoria fue conservado hasta el siglo XVII. Fue entonces cuando laboriosos horticultores holandeses comenzaron la búsqueda de zanahorias atractivas y de sabores más dulces, para ello se trajeron zanahorias más claras del norte de África que se hibridaron con las oscuras europeas. Finalmente se logró, en el desarrollo de una serie de estas hibridaciones apareció por vez primera una curiosa mutación de color anaranjado que llegaría a tener gran popularidad en todo el país y pronto desbancó a la original de colores mucho más discretos.
En el siglo XVIII su distribución se haría imparable extendiéndose por el norte de Europa y Estados Unidos para en el XIX extenderse por el sur de Europa, alcanzando finalmente nuestro país.
La introducción por los árabes de esta hortaliza a través de nuestras tierras Ibéricas dejaría como impronta las raíces arábigas de su nombre castellano más conocido, pues es sabido que la palabra zanahoria parece derivar del término árabe safunariya”, nombre con el que denominaban estos pueblos a esta planta. Otras bellas denominaciones de nuestras ricas lenguas ibéricas derivan del mismo origen, destacamos acenoria, azanario, safanoria, sinoria, zanayo, zanhori, zahanorias y cenorias. Por último, el insigne Doctor Andrés Laguna la denomina en su libro “Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la Materia Médica Medicinal" y de los Venenos Mortíferos” (1566) como dauco, término ya en desuso, en clara relación con su actual nombre científico.
Empleos medicinales:
Como muchas otras plantas cercanas al hombre, la zanahoria se empleó como planta curativa destacando su empleo en la menstruación. El “Libro de los Secretos de Agricultura, Casa de campo y Pastoril” (1722) recomienda su empleo en este y otros usos:
“Las zahanorias, tanto las domesticas, quanto las silvestres, son buenas para la orina, y quitan el dolor de la colica, y provocan el mestruo a las mugeres”.
Gabriel Alonso de Herrera en su libro Obra de Agricultura (1470 - 1539) nos sugiere estos y algunos consejos más:
“... tienen virtud de hacer urinar, mayormente las cenorias, y despertar las flor de las mujeres y cortar la cólera. Todas ellas crían sangre mala y gruesa, hinchan algo y avivan la luxuria y son asimismo ventosas”.
Lo cierto es que la planta resulta eficaz como diurética tomada en infusión.
Estos hechos con reiterados una vez más por Prospère Calamo quien cita, quizá de una forma más tímida sus benéficas propiedades para las mujeres:
“Las mujeres la usan a menudo mezclada con miel para provocar el asunto”. Y es que probablemente el color rojo de la raíz justificaba su empleo para el “asunto” de la menstruación según “la teoría de las signaturas”, una teoría, presente en la medicina tradicional de que las plantas y otros objetos llevan el signo de sus virtudes terapéuticas o mágicas inscrito en su propio aspecto
Y si continuamos con “la teoría de las signaturas”, ya los romanos consideraron esta planta como afrodisíaca, lo que parece estar relacionado con su evidente similitud morfológica.
Uso en perfumería y cosmética:
Su empleo por el hombre no se limitó tan sólo a un evidente uso comestible o medicinal.
La zanahoria ha estado relacionada en diferentes épocas con la moda y la perfumería. Así, por ejemplo, el aceite que se extrae de sus semillas se ha valorado en la fabricación de bronceadores y perfumería, como base de modernos perfumes.
Las hojas de esta planta se pusieron de moda durante el reinado de Jaime I de Inglaterra, empleándose a modo de complemento en los sombreros de las damas. Es también planta adecuada como tinte, pues tallos y hojas verdes se han empleado para teñir de amarillo.
Quizá tras esta lectura valoremos de otra forma a esta humilde hierba de cunetas y eriales, y entonces nos acordemos de sus múltiples beneficios a lo largo de la historia del hombre y hasta donde fue capaz de evolucionar. Su aspecto modesto no debe hacernos pensar que no guarda múltiples valores que en un tiempo fueron vitales y que estamos obligados a recordar. Y así, tal vez evitaremos comportarnos como zanahorios, término que todavía hoy recoge el diccionario, y que se refiere a aquellos personajes ingenuos y algo bobos.
De: J. Ramón Gómez Fernández ramongomez@herbanova.es
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